¿Os imagináis un cuento de hadas pero con uñas en vez de zapatitos de cristal? Pues agarraos las limas porque os voy a contar la historia de Cenicienta, pero en versión Nail Art.
Nuestra Cenicienta no se llamaba Cenicienta, claro. Se llamaba Esmaltina, y era la manicurista más apañá que había pisado el barrio. Vivía con su madrastra, la señora Acrílica, y sus dos hermanastras, Gelish y Polygel, que eran más falsas que un billete de tres euros. Mientras Esmaltina se dejaba los dedos haciendo manicuras de escándalo, sus hermanastras se pasaban el día viendo tutoriales de nail art en YouTube y criticando los diseños de Esmaltina.
Un día, llegó al salón una invitación muy especial: el Príncipe Acetona, heredero del trono y un auténtico fanático de las uñas, celebraba un baile en su palacio para encontrar a su futura princesa. Pero claro, la señora Acrílica no iba a dejar que Esmaltina le robara el protagonismo a sus hijas. Así que, mientras Gelish y Polygel se hacían la manicura francesa con purpurina y dibujitos de unicornios, Esmaltina se quedó limpiando pinceles y quitando cutículas.
Pero no contaba con la ayuda de su Hada Madrina, que en este caso era una influencer de Instagram con más seguidores que pelos en la cabeza. Con un toque de magia y un montón de esmaltes de purpurina, transformó las uñas de Esmaltina en auténticas obras de arte. Le hizo una manicura degradada con efecto espejo, le puso unos brillantes que parecían diamantes y le dibujó unas florecitas que quitaban el sentío.
Esmaltina llegó al baile y dejó a todo el mundo con la boca abierta. El Príncipe Acetona se quedó prendado de sus uñas y no paró de hacerle cumplidos. Bailaron toda la noche, rieron y hablaron de sus esmaltes favoritos. Pero, como en todo buen cuento de hadas, el reloj marcó las doce y Esmaltina tuvo que salir corriendo, dejando atrás una de sus uñas postizas.
Al día siguiente, el Príncipe Acetona recorrió todo el reino buscando a la dueña de aquella uña tan espectacular. Probó la uña en todas las chicas del reino, pero ninguna encajaba. Hasta que llegó a casa de Esmaltina. Gelish y Polygel intentaron ponerse la uña a la fuerza, pero no hubo manera. Entonces, Esmaltina sacó su uña postiza del bolsillo y… ¡tachán! Encajó a la perfección.
El Príncipe Acetona se arrodilló ante Esmaltina y le pidió que fuera su esposa. Y así, Esmaltina se convirtió en la princesa del reino, y todos vivieron felices y con las uñas perfectas para siempre jamás.
¿Qué os ha parecido? ¿A que mola más esta versión de Cenicienta? Así que ya sabéis, la próxima vez que os hagáis la manicura, pensad en Esmaltina y no dejéis que nadie os diga que vuestras uñas no son dignas de un cuento de hadas. ¡Y recordad, la purpurina siempre es una buena idea!